El piloto del Repsol Honda Team, Marc Márquez, se enfrenta a uno de los fines de semana más complicados de su carrera. Tras un infierno en su anterior paraje idílico, Sachsenring, dónde sufrió hasta cinco caídas, y una lesión, afronta ahora un Gran Premio amargo en Países Bajos.
Llegó a Assen con una fuerte contusión en uno de sus tobillos, una fractura en el dedo pulgar, y una costilla fisurada. Todo ello a consecuencia del intento de domar la Honda. El viernes ya fue complicado para el ilerdense, con claros problemas para rendir sobre la moto. Su lesión en la costilla le obliga a perder rendimiento en los cambios de dirección y los distintos momentos en los que debe hacer fuerza con el pectoral.
Solo logró acabar 19º, por lo que quedó fuera de la Q2. Además, en el momento que trató de forzar para asegurarse un buen registro, se fue al suelo. El sábado no sería mucho mejor. Cuando iba a la zaga de Enea Bastianini durante la Q1, se despistó, y chocó contra el italiano, por lo que acabó en el suelo sin mayores consecuencias. Con ello, Márquez solo pudo terminar decimoséptimo.
En la carrera Sprint había un pequeño hilo de esperanza por puntuar, pero la costilla quedó aún más resentida. Pudo avanzar hasta el undécimo puesto en el primer giro, pero el resto de la carrera fue un sufrimiento que le hizo regresar hasta la decimoséptima plaza.
«He decidido salir para volver a intentar coger confianza, he sufrido, pero al menos he escogido ese blando delante y blando detrás, el único, pero era la manera de coger confianza, dar vueltas. He encontrado ahí un grupito que iba bien a ese ritmo y he acabado la carrera, que es lo importante». Esta fue la valoración de Marc en los micrófonos de DAZN. También admitió que es el momento más duro de su carrera deportiva, a nivel mental. El objetivo del domingo es terminar la carrera. Sin duda, unas pretensiones que van acompañadas de los ánimos, que hacen pensar cada vez más en el final de una relación marca-piloto histórica.